lunes, 31 de octubre de 2011

Me despido del blog, amigos


Lo comencé con tanto entusiasmo, con tanta alegría – bueno, como la mayoría de las cosas que me planteo emprender y que, finalmente, puedo concretar

Fue en noviembre de 2007. La idea era encarar el mundo de las letras. Pero de allí surgieron excusas para seguir escribiendo sobre otros temas. Las más de las veces los lectores me alentaron. Otras recibí disensos. Pero siempre – a lo largo de cuatro años – advertí el apoyo de quienes me rodeaban. Hasta que llegó este 2011 y todo se precipitó. No, es cierto: no fui corresponsal de guerra en el Medio Oriente ni me tocó relevar los horrores de Haití. Todo lo que he hecho ha sido escribir y pensar; pensar y escribir desde las cuatro paredes confortables de mi escritorio.

Pero fue suficiente que defendiera a Mario Vargas Llosa, y que hablara bien de Elisa Carrió, para que el cauce se desmadrara. Fue como si, repentinamente, la virulencia latente de unos cuantos (bastantes) y el resentimiento encubierto de otros (muchos), hubiesen hecho eclosión.

Viví de niña las antinomias de peronismo – antiperonismo. Advertí las atrocidades que con ensañamiento cometió la llamada Revolución Libertadora hacia los vencidos. Llegaron algunos gobiernos democráticamente elegidos (y digitados). Asistí al derrumbe de muchos. También al advenimiento del Terror (de ambos lados: y si no ¿qué fue la Triple A?) Celebré la democracia en 1983.

Y llegamos a esta etapa en que, por lo que advierto, los tránsfugas y por ende, los corruptos, son mayoría. Y no quiero seguir rompiéndome los cuernos contra las paredes. No voy a oponerme más a nada ni a nadie. Al menos a través de este blog. No vale la pena perder el tiempo con gente obnubilada (u oportunista; habría que ver…) Aguardaré hasta que aclare. Mientras tanto, seguiré con mis novelas, me sentaré sola en la vereda y esperaré.

Y quién te dice, quizá hasta me llegue el momento de “reabrir” esta página…

Como muy bien dijo el lúcido Arturo Pérez Reverte semanas atrás en XL Semanal de Madrid, creo que mi curiosidad se impone a mi prudencia. Quiero ver cómo acaba esto Y si me equivoco, lo lamentaré y pediré disculpas. Pero como recordó la genial Nacha hace algunos días en un programa televisivo: “No deben estar equivocadas los millones y millones de moscas que comen mierda”

Hasta más ver. Gracias.

domingo, 29 de mayo de 2011

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Plácido Domingo, baritenor
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Escribe René Sierra *
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El curioso encabezado no es un neologismo más: la calificación de las voces tiene áreas conflictivas. Nadie dudaría entre Martti Talvela (bajo profundo) y Tito Schipa (tenor leggiero).

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Pero entre tenores dramáticos y barítonos agudos las cosas suelen ser más confusas.

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El gran Titta Ruffo alcanzaba con facilidad el si bemol. Sherril Milnes llega al sí natural en la cabaletta de Aecio en el Attila de Verdi y Hermann Prey al do agudo en El Murciélago.
Lauritz Melchior y Carlo Bergonzi comenzaron sus carreras como barítonos. Mario del Mónaco canta el Largo al Factótum. Escuche los graves de Franco Corelli en Come un bel di di maggio del Andrea Chénier de Giordano.
Y en el reciente recital en la Avenida 9 de Julio, Plácido Domingo cantó Nemico della Patria y la escena de la Vendetta. Por si fuera poco, al día siguiente vimos (¡oh, sorpresa!) en TV a Domingo en Rigoletto (¡completo!). Incluso, ha grabado El Barbero de Sevilla en el papel de Fígaro, y varias óperas de Wagner, cosa para nada sencilla.

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La razón es simple: con el paso del tiempo, las voces se hacen más oscuras, básicamente por cambios en la estructura de la laringe. Aparte el Gran Plácido parece completamente inoxidable.
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* René Sierra es médico dermatólogo, pero es sabido que ama y conoce de música
como el mayor experto. Los domingos, de 9 a 11 hs se lo escucha en
el programa de radio “El desconcierto” que se emite por 105.5, FM Cielo.
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domingo, 17 de abril de 2011

Una crónica no tan anacrónica

A solas con Borges


Por Jorge Piva


1.- Pensamientos y transpiraciones


Hacia principios de los ‘80 Jorge Luis Borges, ya anciano y con su lucidez intacta, dio una de sus conferencias magistrales en el Teatro del Libertador. Víctor Stasyszyn lo presentó y luego del monólogo de Borges leyó las preguntas que el público le formuló por escrito. Borges, como siempre, combinó su erudición (cuando un tema le interesaba) con su elegante ironía (cuando algo le resultaba insustancial). Por cierto, mi pregunta escrita cayó en esta segunda categoría. Era un farragoso planteo sobre los gustos personales de sus propios escritos, o algo así, que Borges respondió con un monosílabo: “Ninguno”, y sonrió, con esa sonrisa de mirada vacía hacia el vacío, que constituía una gentileza hacia el interlocutor, que éste agradecía, aunque en el fondo se sintiera un idiota. Para mi suerte, las preguntas podían no estar firmadas. Yo había asistido más como público que como cronista, ya que si bien trabajaba en una sección de cultura y espectáculos, en aquella redacción del “Córdoba” había profusión de simpatizantes peronistas –comenzando por su secretario general- y a nadie le había entusiasmado una nota sobre nuestro más famoso escritor “gorila”. Como era común (y creo que lo sigue siendo), muchos de quienes lo descalificaban por sus opiniones políticas no habían leído ni un párrafo de su voluminosa obra. Otros, aunque lo disfrutaban en secreto, se alegraban cada vez que el jurado del premio Nobel lo “rechazaba entusiastamente”, al decir del propio Borges. De todos modos, asistí a la conferencia por curiosidad personal y atento a si algo de lo que sucedía merecía una nota. Todavía no existía el periodismo televisivo donde muchos cronistas jóvenes pretenden hacerse los vivos o los graciosos asumiéndose más protagonistas que el entrevistado, así que algunos jóvenes periodistas de entonces nos conformábamos con parecer originales. Dado que mi pregunta escrita no lo había sido, me levanté buscando una segunda chance en el punto de vista de una posible crónica: recorrí pasillos, trastiendas, subí y bajé por los pasadizos del teatro que bien conocía y me ubiqué detrás del escenario, desde donde podía observar a Borges y al público. Al rato Stasyszyn anunció la última pregunta, Borges se explayó con esa dicción tan particular, a la vez insegura y rápida, y los aplausos y ovaciones rubricaron la función. Yo me aparté de los telones, con un poco de vergüenza por estar espiando desde la penumbra. Al instante, un malón de pasos sonando en el entablonado del escenario intentó converger hacia Borges, que alcanzó a ser sustraído de tales fervores y depositado detrás del telón. Siendo como somos un país de corto plazo, sin las más mínimas previsiones, por ejemplo, sobre el desarrollo urbano, no puede reprocharse que dentro de las improvisaciones de la cultura a nadie se le haya ocurrido prever por dónde saldría Borges apenas terminada su conferencia; o si lo previó, salió mal, lo cual también es parte de nuestro ser nacional. Tanto fue así que en medio del barullo del público, algunas órdenes nerviosas en voz alta y el desconcierto de las autoridades que literalmente habían perdido a Borges, me lo encontré, a dos pasos, tranquilo y solo con su bastón. Dije algo así como “permítame” y lo conduje a un cuartito o camarín cercano, donde había una sola silla. Alguien, desde afuera, cerró la puerta. Le pregunté si necesitaba algo y dijo “un vaso con agua”. A continuación me preguntó a qué me dedicaba, discreta forma de saber con quién diablos había quedado encerrado.

-Soy periodista.

-Ah ... –dijo, y en mis escasas palabras ya había interpretado el timbre y la entonación-. Un joven periodista cordobés. Yo soy un viejo escritor argentino … Una mujer se asomó a la puerta y yo, con inusitada energía, le ordené que trajera un vaso con agua. No diría que estaba asustado, ni que no sabía qué decir, pero convengamos que el imprevisto, aún gratificante, era en alguna medida incómodo. Así que nuevamente quedé solo con un Borges que hasta entonces había visto en fotos; el real era más pequeño y desvalido: ambas manos apoyadas en la empuñadura del bastón, la semisonrisa permanente. "- … el periodismo … - dijo, continuando su pensamiento anterior - … nadie dio la noticia del nacimiento de Virgilio". La puerta se abrió y tras el vaso de agua irrumpieron varias personas pugnando por entrar. Entre ellas, María Kodama logró a duras penas rechazar la invasión y recuperar su fortaleza. El férreo protocolo previo de jerarquías y distancias entre autoridades, artista y público, se había derretido alegremente, cual las profusas transpiraciones que nos igualaban, hechas de ansiedades, apretujamientos y calor. La crónica –donde entre otras cosas relataba esto- fue publicada sin repercusión alguna, no sé si porque no era buena, o porque ya la Editorial Córdoba había empezado a andar a los tumbos y al diario lo leían completo, creo, sólo el portero y el chofer, que así ocupaban sus lánguidas horas de inactividad. El ejemplo del nacimiento de Virgilio, el poeta latino autor de “La Eneida”, ya había sido utilizado por Borges y lo reiteraría años después, para ilustrar su opinión sobre lo insustancial de buena parte del periodismo. “El periodismo se basa en la falsa creencia de que todos los días sucede algo nuevo. En un diario, por lo general, se escriben noticias desde luego tontas. ¿Qué importa que un ministro viaje o no? De las cosas realmente importantes uno se entera de algún modo. Además, no se sabe de antemano cuáles son. Por ejemplo, la crucifixión de Cristo fue trascendente después, no cuando ocurrió”.




2.- Cosas que no nos cambiarán la vida


A la inversa del célebre listado de Woody Allen en su película “Manhattan” sobre las cosas por las que vale la pena vivir, en una gripe pasada comencé a listar los contenidos de los medios de prensa de cuyo conocimiento podríamos prescindir, sin que ello afectara nuestra calidad de vida ni nuestro normal desempeño. Fue entonces cuando recordé la frase de Borges en aquel encuentro, que había olvidado. Recordé también que Jorge Lanata creó el diario Página 12 con la convicción de que las noticias cotidianas importantes, en todos los órdenes, no podían ocupar más que unas pocas páginas. El sitio web de La Nación tiene un enlace titulado “Lo que hay que saber antes de salir de casa”, y no hay allí más de cinco o seis noticias, entre ellas el pronóstico del tiempo, los cortes de tránsito y los paros del transporte. Buena parte de todo lo demás remite a entretenimientos o es publicidad, hecho, eso sí, con gran profesionalismo. Admiro a esos cronistas del fútbol que pueden hacer atractivo un comentario de media hora sobre un partido malísimo, desmenuzándolo como si fuera un teorema, y seguir con sus repercusiones al día siguiente, y otro más, hasta que se acerque el fin de semana y entonces habrá que hacer irresistible lo que será otro pésimo partido. Entonces –la gripe había aflojado; lo que subsistía era sencilla fiaca- comencé a hacer un inquietante listado de cosas que no nos cambiarán sustancialmente la vida, ni su desconocimiento nos convertirá en infelices o imbéciles: hechos que son simples pasatiempos y en ello agotan su función. Inquietante, porque incluye a la mayoría de las actividades sociales, de la llamada cultura, el espectáculo, los deportes hechos por otros, las lecturas olvidables (hay un suplemento de diario cordobés, ejemplo del indolente posmodernismo, que en una página comenta un libro de filosofía sobre el sentido de la existencia y en la siguiente se nos instruye sobre qué colores usar para rechazar malas ondas). Me pregunto: ¿Entretenerse sustraído de qué? ¿Pasar el tiempo a la espera de qué? No lo sé, ni intentaré avanzar en la elucubración (para ello debería comprar el libro de filosofía o la receta new age para aventar pensamientos negativos, acto de consumo que cerraría el recorrido deseable de aquellos mensajes). “Periodismo … nadie dio la noticia del nacimiento de Virgilio”. Quizá no sea pertinente pedirle a los medios que adviertan cuándo, dónde y cómo está “naciendo un Virgilio”. Tampoco, que la televisión se limite a proyectar documentales sobre la revolución bolchevique o el avance de la aparatología médica en el diagnóstico del colon irritable. Pero sí, que no contribuyan demasiado a reforzar la brutalidad, estupidez y mediocridad que, por otros factores, ostentamos en amplias franjas sociales y policlasistas de nuestro querido país. Bajo este punto de vista, comprendo a mis hijos –clavados en radios FM musicales-, que protestan airadamente y amenazan recurrir a la justicia para que me excluyan del hogar cuando, por razones laborales, cambio de emisora para escuchar las noticias.





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De delirios y dislates

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Por Jorgelina Lagos


A partir de alguna crítica que he recibido debido a algún comentario vertido en esta página o de similar opinión en mi programa de radio ( cosa que agradezco pues quiere decir que es escuchado ) debo remitirme a la nota de Jorge Fernández Díaz, titulada “La estupidez argentina” aparecida en La Nación de hoy domingo (17 - 4 – 2011)
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Tras referirse a los dos bandos (entre la gente que él frecuenta) en que se han dividido las opiniones (acérrimos kirtchneristas versus no menos acérrimos antikirchneristas), el periodista y escritor termina su nota diciendo: . “Quienes, en fin, queremos que nos dejen pensar, nos hemos convertido en peligrosos enemigos del Estado y también de sus místicos antagonistas. Tibios que vomitará Dios. Idiotas útiles del poder o de la oposición, según convenga a ambos lados de la estupidez humana. Que es tan argentina”

Si usted se remite a ésta, mi página, advertirá dos notas editadas en los últimos tiempos: “Vergüenza ajena” del 8 de marzo y otra “Según que pasen 35 años…” del pasado 25 de marzo. En la primera me pregunto perpleja cómo intelectuales tan cultivados (?) como un José P. Feinmann integrante del grupo Carta Abierta, puede estar en contra de la apertura de la Feria del Libro con la presencia y la palabra de Mario Vargas Llosa. Además relato una divertida (?) boutade que protagonizó tiempo atrás en un programa de televisión.

Una airada ( y para mí, desconocida) académica de La Plata que - sin saberlo ella y menos yo – es paciente de…¡un concuñado odontólogo! (acabo de enterarme y sí: el mundo es tan chico...), me dijo sobre la nota del 8/3 entre otras cosas:

“No puedo dejar de mandarte mi opinión sobre lo que escribes de J.P. Feinman. Creo que tu cosmovisión política es peligrosa dado que si no estableces diferencias entre Vargas Llosa, Morales Solá por un lado, y J.P. Feinman por otro, la verdad que treinta mil desaparecidos no deben ser verdad para vos. No sé de donde viene toda esa informaciòn, pero si Feinman no fue a un programa y no quiso hablar del pro-derecha liberal de V. Llosa , muchos le damos la razón. Mezclar espectáculo con periodismo me suena raro. Me suena a panfletismo barato. Soy docente de periodismo en la UNLP y puedo ya a mis 65 años detectar la gente que piensa con fundamentos, basados en la historia, y los que quieren que la historia sea escrita para ellos” (enviada por correo electrónico el 27 de marzo).

Evidentemente esta persona no leyó la nota siguiente, editada por mí el 25 de marzo. Veinticuatro horas después de recibido este envío ¡me entero del Premio Rodolfo Walsh al dictador de Venezuela! ¡Con razón, pensé! Ahora me explico todo.

Se va la segunda.

En mi programa de radio – 105.5 FM Cielo, domingos 11 hs - tras haber comentado el ultimo libro escrito por Elisa Carrió y un grupo de integrantes de la Coalición Cívica y destacando cuán inteligente es y cómo sigue señalando la corrupción imperante, recibí un mensaje que dice (palabras más, palabras menos): “Es increíble y hasta grosero llamar inteligente y preparada a una tirabombas sin sentido como la Carrió. Es impresentable y sus conceptos – los de ella - incongruentes, mesiánicos y van de la mano, inexorables, de la mentira. Una mentira tan grande y voluminosa como su autora. Su paupérrima obra legislativa muestra a las claras sus delirios conspirativos. En resumen (y sin que sea una referencia que sirva para descalificar): Las vacas sólo mugen y rumian su odio. Si eso es la autora, no veamos lo que puede ser su obra y difícil es admitir que la misma sea recomendable para leer en tiempos electorales. No aclaren opositores que oscurece. Recomendar la obra de la Carrió para tiempos electorales es tan afortunado como recomendar “Mi lucha” de Hitler a torturados judíos en campos de concentración. De la vergüenza y el ridículo no se vuelve”

Y – agrego yo – de la estupidez tampoco.

PS:

1 - ¡Qué buen alumno has sido Víctor Hugo Morales! ¡Vos sí que la hiciste bien!

2 - Y pensar que el instituto de formación cultural y política creado por E. Carrió lleva el nombre de Hannah Arendt, filósofa alemana de origen judío que debió huir en 1933 debido a la persecución nazi...



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viernes, 25 de marzo de 2011


Según que pasen 35 años…
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por Jorgelina Lagos

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Era un día gris del mes de marzo. Corría 1976. La gran mayoría del pueblo argentino llamaba a la puerta de los cuarteles para intentar hacer frente al caos que se vivía: anomia en el gobierno; bolsillos flacos, inflación galopante, Rodrigazos; la CGT imponiéndole condiciones a la Presidente de turno; el Brujo dictándole al oído; la violencia y el terror en las calles de la mano de la Triple A; la respuesta de los estudiantes al avasallamiento… Argentina ardía.
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Confiado - como borregos desesperados - el ciudadano medio creyó que con la milicia vendría el orden y la disciplina. Craso error. El túnel de profundidades tenebrosas que se abrió ante nosotros llegó a niveles insondables. Todos sabemos qué comenzó aquel 24 de marzo de 1976.
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Personalmente, entre la atención de mi familia – dos hijos pequeños -, una profesión que me solventaba los gastos, mis exposiciones de cuadros y sobre todo, mis abortados esfuerzos para seguir la carrera de Cine primero y de Psicología después, (lo que fueran Humanidades olía mal entre la dirigencia y se cerraban facultades en profusión); todo eso, insisto, hicieron que casi no me diera cuenta de lo que se venía. Pocos meses después, como la mayoría pensante, advertí lo que estaba en realidad sucediendo. Los amigos y conocidos comenzaron a desaparecer o a morir en enfrentamientos. Llegó el mundial de fútbol, fuimos “derechos y humanos”; sufrí la censura; se inventó lo de Malvinas; me abrí con regocijo a la democracia incipiente y la disfruté.
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Diez años después, la noche del 24 de marzo de 1986, yo estaba en Hollywood – concretamente, en el centro de Los Angeles – en la sala de prensa del Dorothy Chandler Pavillion, donde entonces se hacía la ceremonia de entrega de los Oscar, comprobando, alborozada cómo Norma Aleandro – espléndida – abría el sobre para declamar ante el mundo que Argentina se alzaba con el premio al Mejor Filme Extranjero por La Historia Oficial. Emocionada hasta las lágrimas, busqué un teléfono y me precipité a comunicarme con LV3 (Radio Córdoba en ese entonces), que me había enviado a cubrir el evento, para contarle al interior del país que “éramos ganadores”.
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Al finalizar la transmisión, enfilamos todos hacia el Governor’s Ball (tradicional fiesta posterior), donde conocí a Jack Nicholson, a Anjelica Huston, a su padre, el viejo John – en silla de ruedas – a Jane Powell, a June Allyson, a Cliff Robertson y a ¡Elizabeth Taylor!, que pasó a mi lado como una exhalación, increíblemente hermosa, acompañada por George Hamilton – siempre tan tostado él – y un grupo de guardespaldas…
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Horas más tarde, en la residencia que en las colinas de Beverly Hills había alquilado Oscar Kramer, el productor del filme, se hizo la gran fiesta gran para la delegación argentina, celebración que compartimos los periodistas ( Mónica Mihanovich, Jorge Jacobson y otros) junto a Luis Puenzo, Norma Aleandro y una fauna variopinta que ahora ni recuerdo quiénes eran.
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Han pasado 35 años del golpe militar. Han pasado 25 años del primer Oscar por La Historia Oficial (que desenmascaraba lo sucedido durante los diez años anteriores).
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Tanta agua ha corrido bajo nuestros puentes…Y aquí estoy – permítaseme lo autorreferencial – siguiendo con la lucha emprendida hace más de treinta años para difundir la cultura argentina. Con un valiosísimo camino recorrido, que me ha llevado a la radio, a la televisión, a la gráfica, al escenario; ahora a las letras. Satisfecha me siento. Agradezco a todos los que me han apoyado. Me pregunto hasta dónde ha servido tanto empeño, cuando un Plácido Domingo, con todo su señorío y don de gentes no ha podido ver realizado su sueño de cantar en el Colón.
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Pero también me tranquiliza saber que las armas están guardadas. Y bien. Que los argentinos tenemos otros recursos para protestar. Que el arte en nuestro país sigue su hermosísima trayectoria. Que el camino está expedito.
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Y me conformo. Y trato de ser feliz. Y si ponemos esto y lo de 35 años atrás en la balanza, creo que estamos mejor. Mucho mejor.
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Ah ¡y además, seguimos ganando Oscars!

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martes, 8 de marzo de 2011

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Vergüenza ajena
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por Jorgelina Lagos



Hace alrededor de seis años, en su columna del diario Página 12, el filósofo argentino José Pablo Feinmann, a propósito de la tele vómito (peor que la tele basura), apuntaba lo siguiente
“Es todo por hoy. O no, hay algo más: hará apenas unos días, a raíz de cumplirse 250 años del nacimiento de Mozart, hubo un concierto al aire libre en el Monumento a los Españoles. Asistieron 100.000 personas. A la gente no le gusta la mierda, pero si es lo único que le dan, si es lo único que come, va a seguir comiendo. Algo tiene que cambiar aquí. Se cumplen cinco años de diciembre del 2001: “¡Que se vayan todos!”. Con la TV Vómito es muy fácil. Sólo hay que apagar el televisor.”


Qué bueno, pensé alborozada, este señor, sin pelos en la lengua, dice lo que hay que decir. Pero los años pasan y la gente cambia…Pocos días atrás el señor Feinmann fue invitado al programa Palabras más, palabras menos, que se emite por TN Noticias, para opinar sobre la cuestionada – por los intelectuales que conforman Carta Abierta - invitación al reciente Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. Junto a Martín Caparrós, debía exponer su parecer sobre tal invitación. Hace tiempo que JPF (como tantos otros en Argentina) no disimula su simpatía por el gobierno actual. Otro de los que pusieron el grito en el cielo por la invitación.


Pero voy a cometer una digresión para luego volver sobre este personaje. Que lo es, sin dudas.


Sigo. El periodista Joaquín Morales Solá, refiriéndose a la situación provocada por los integrantes de Carta Abierta y advirtiendo que su gente había metido a la Presidente en un brete dijo, en una nota aparecida tres días atrás en el diario La Nación:
“…la izquierda de su propia fracción la sorprendió con otro zafarrancho: pidió que Mario Vargas Llosa fuera censurado como orador principal de la Feria del Libro. Es un contrasentido que intelectuales clamen al cielo por la censura. Pero el kirchnerismo cree que todo le pertenece: esa feria es un evento privado que puede hacer lo que quiera en un país supuestamente libre. Los intelectuales kirchneristas ni siquiera han leído a Vargas Llosa; el célebre escritor es el más persistente luchador, entre los escritores latinoamericanos, contra los autoritarismos de cualquier signo, sean militares o civiles.
Sólo la última dictadura militar censuró a Vargas Llosa y a Julio Cortázar. Una vez más, la historia demuestra que la matriz del autoritarismo es una sola. ¿El pensamiento económico de Vargas Llosa es liberal? Sí. Pero ¿acaso la opinión es un delito en la Argentina de hoy? Vargas Llosa no es un liberal. ¡Es el último premio Nobel de Literatura! , se escandalizó un peronista que solía frecuentar al kirchnerismo. Es ahora también, quizás, el escritor con más repercusión periodística en el mundo. Es lo que Cristina entrevió en soledad cuando ordenó frenar la censura contra Vargas Llosa; éste vendrá a la Argentina, pero nada lo salvará del acoso y la agresión del kirchnerismo más rancio. No importa. Vargas Llosa es un escritor excepcional, pero también un hombre con un enorme coraje”

Por su parte el periodista Juan Cruz, del diario español El País escribía lo siguiente al respecto:
Entristecido, y sorprendido” - se ha mostrado Vargas Llosa - “sobre todo porque esa actitud haya sido encabezada por el director de la Biblioteca Nacional; que sea él quien pida un veto, una censura, con unos argumentos nacionalistas tan pequeñitos, tan estrechos, es desmoralizador.
Eso, agrega, “no está a la altura de lo que es la cultura argentina”. Mario Vargas Llosa ha escrito resmas enteras de textos sobre algunos de aquellos personajes sobre los que se edifica el conocimiento exterior de la cultura argentina de los últimos siglos; y, por supuesto, también ha escrito contra el Gobierno actual, y contra gobiernos pasados, como la ominosa dictadura, que también le vetó. Desde ese puesto de vigilancia intelectual y literaria, y también política, asistió perplejo ante la propuesta de veto.
La propia presidenta intervino para que no prosperara el veto. El Nobel dice: “Le agradezco a la señora Kirchner su intervención y me da la impresión de que es más lúcida que los intelectuales que la apoyan”.

Ahora sí, vuelvo al tema que causó esta digresión. Cuando las cámaras de TN volvieron al piso, en uno de los bloques de Palabras más, palabras menos, se lo vio a Caparrós y a los conductores pero Feinmann brillaba por su ausencia. Sorpresa: salió al aire vía telefónica arguyendo que la esposa había salido, él se había quedado encerrado en su casa y…por lo tanto no podía llegar al estudio! Por lo demás, no fue muy contundente en manifestar su rechazo a V. Llosa en la apertura de la Feria del Libro.

Como bien reflexionó una amiga a raíz de esta comedia de enredos:
“El hecho de que Feinmann los dejara plantados a Tenembaum y Zlotogwiazda, y tuviera que hacerse oir por teléfono porque se quedó encerrado en su casa… describe muy bien el calibre de su intelecto. Se puede entender a Heidegger y seguir siendo un imbécil y el hombre nos está dando sobradas pruebas de ello.”

Cabe agregar que situaciones como éstas (por un lado el autoritarismo y la censura y por otra, la estupidez) me provocan vergüenza ajena.

¡Ah! y como bien opinaba el propio Feinmann: “Sólo hay que apagar el televisor”

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sábado, 26 de febrero de 2011

Cultura popular y privilegios
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Por Samuel Paszucki *
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El pasado 6 de enero tuve la oportunidad de asistir -en el teatro Municipal de Río de Janeiro- a una de las expresiones de cultura popular más impactantes de mis 60 años y sólo gracias a ellos. Si, porque en Brasil los idosos (personas de 60 años en adelante) tienen algunos privilegios, como pagar media entrada en teatros, lugares reservados en los medios de transporte público, estacionamientos y otros varios.
Hasta el 6 de enero se exhibieron con ENTRADA GRATUITA, en el citado teatro, los murales Guerra y Paz pintados por Cándido Portinari (el mismo de la canción de Mercedes Sosa).
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Estábamos con mi esposa Inés en Río y resolvimos ir a la exhibición de las 14 hs (había propuestas para las 16, 18 y 20 hs.) Era el último día. Nos recomendaron llegar antes; también nos comentaron que se había visto por TV la gran cantidad de público que convocaba esta muestra. Yo pensé, en Río, con el calor y el sol: ¿quién iría a las 14 hs? Llegamos a las 13:30 y encontramos que al menos 1.500 personas habían decidido lo mismo que nosotros. Había una fila de tres cuadras, soportando el calor (40º) y el sol de Río. Creo que los únicos turistas éramos nosotros. Ocupamos nuestro lugar al final de una cola de 300 metros. A las 14 hs la cola se había movido 50 metros. Tenía idea que entraban unas 700 personas por cada horario. Inmediatamente saqué mis cálculos y me dije que con suerte entraríamos a las 20hs y que yo no estaría parado esperando las 6 horas que restaban. Además, sinceramente, no tenía idea de lo que veríamos. Resolví dirigirme a la entrada del teatro para investigar. Le pregunté al primero de la fila a qué hora entraría él; me respondió que a las 15:30. De repente veo en otra entrada a un funcionario (en Brasil a cualquier empleado se le dice funcionario) a quien me dirigí para preguntarle lo mismo. Me contestó algo parecido a “y dos”, hasta que logré entender que había una fila especial para idosos, que en ese momento tenía 10 personas. Cada idoso puede tener un acompañante, de hecho hay algunos que lo necesitan. Regresé a buscar a Inés y cuando volví la fila era de 30 idosos. A las 15 hs se abrieron las puertas del teatro, exclusivamente para nosotros.
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El teatro estaba terminando con sus obras de refacción (sólo quedaba por acabar en ese momento el bar, réplica exacta de un templo asirio). La entrada me hizo recordar a la del Colón: bronces, escalera y piedras (que los brasileros tienen a granel). Con un aire acondicionado fantástico, nos sentamos en la platea, cubierta con un material azul para evitar que se ensuciara. El teatro es maravilloso, con una platea relativamente chica, pero con cantidad de pisos. A las 15:15 estábamos todos acomodados. Apareció en el escenario un señor de impecable smoking y comenzó a hablar de las obras que veríamos. Luego, una perfecta filmación nos adentró en la vida y obra de Cándido Portinari y los famosos murales.
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Los paneles Guerra y Paz fueron encargados al pintor por el gobierno brasilero en 1952, para ser regalados a la sede de las Naciones Unidas en New York. Terminados en 1956, fueron primero exhibidos al público en el mismo teatro que hoy y luego trasladados a la ONU, donde han permanecido desde 1957 con exhibición condicionada por razones de seguridad. A raíz de arreglos en la sede, Brasil logró recuperar los murales en guarda hasta 2013, fecha de finalización de las obras. En este momento los murales se encuentran en restauración (se puede asistir a observar), para ser exhibidos a posteriori en diferentes ciudades de Brasil y Europa. .
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Luego de recibir la información sobre qué veríamos, con rayos láser sobre las obras (en un escenario totalmente a oscuras) se proyectaron diferentes etapas de su ejecución. Inmediatamente después vimos, también con láser, fragmentos de las obras. Después se encendieron las luces del escenario y finalmente aparecieron los famosos murales (miden 10x14 mts) en todo su esplendor.
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Uno por uno los asistentes, en perfecto orden, subimos por la escalera lateral izquierda del escenario para poder admirar de frente los murales. Cualquier comentario que pueda hacer es pobre. Quedé boquiabierto mirando esas maravillas. Pintadas en los mismos colores (predominan el azul y el beige), pudimos observar el panel Guerra –que no representa a ninguna sino a todas - cruzado por los jinetes del Apocalipsis en todas las direcciones con su cortejo de conquista, guerra, hambre y muerte. No hay fuego, ni sangre, ni negro, ni rojo: sólo horror. Brazos levantados en espanto y rostros tapados con las manos.
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El panel Paz nos da idea de ella, de la misma paz que nos invade al contemplarlo. Hay trabajo, hay comunicación, hay fraternidad y hay confianza. Pintado en tonos más claros que Guerra, parece decirnos que la paz es posible. Dos niños en el sube y baja podrían representar acabadamente esa idea.
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Los auspiciantes de esta muestra son el Ministerio del Interior, la Secretaría de Cultura y cantidad de empresas como bancos, petroleras y diarios. La cultura cuesta, pero bien gestionada puede llegar –y hasta gratis, como en este caso- a su destinatario natural: el pueblo.
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El teatro hoy se encuentra totalmente restaurado y permite visitas guiadas. Quien viaje a Río no se lo pierda. Ah, en esa ciudad hay más de 10 teatros municipales. No pensemos ni hagamos ningún tipo de comparación.
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* S. Paszucki es contador; mediador y viajero empedernido